Dios de infinita misericordia, confiamos a tu inmensa bondad a cuantos han dejado este mundo hacia la eternidad, donde tú esperas a la humanidad entera, redimida por la sangre preciosa de Cristo, muerto en rescate por nuestros pecados.
No mires, Señor, tantas pobrezas, miserias y debilidades humanas con las que nos presentaremos ante el tribunal para ser juzgados para la felicidad o la condena.
Levanta sobre nosotros tu mirada piadosa que nace de la ternura de tu corazón, y ayúdanos a caminar en el camino de una completa purificación.
Que ninguno de tus hijos se pierda en el fuego eterno del infierno, donde ya no puede haber más arrepentimiento.
Te confiamos Señor las almas de nuestros seres queridos, de las personas que han muerto sin el consuelo sacramental, o no han tenido manera de arrepentirse ni siquiera al final de su vida.
Nadie haya de temer encontrarte, después de la peregrinación terrenal, en la esperanza de ser acogidos en los brazos de tu infinita misericordia.
La hermana muerte corporal nos encuentre vigilantes en la oración y llenos de todo el bien hecho en el curso de nuestra breve o larga existencia.
Señor, que nada nos aleje de ti en esta tierra, sino que en todo nos sostengas en el ardiente deseo de reposar serena y eternamente en Ti.
Amén, amén, amén, amén.
Autor: Antonio Rungi
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